Ayuntamiento futurista rodeado de flujos de datos digitales y gráficos holográficos, que representan una administración pública impulsada por la te...

Nuevos paradigmas en políticas públicas basadas en evidencia tecnológica

Adiós a Gobernar a Ciegas

Cómo los datos y la tecnología están (o al menos deberían estar) rehaciendo nuestro gobierno.

Piense en la última vez que enfrentó algún proceso público ridículo. Un formulario que no tenía sentido, una fila que se extendía hasta el infinito para lograr algo que podría haberse hecho en línea, o peor aún, un programa social de mil millones de dólares que claramente no estaba funcionando para nadie.

En algún nivel, sabemos que debemos esperar que el gobierno funcione de esta manera: lentamente, burocráticamente y más por instinto, tradición o política actual que por pruebas reales. Gobierna a ciegas y reza para hacer lo correcto.

Pero está empezando a ocurrir un cambio. Una nueva forma de hacer las cosas está tomando forma, pero depende de algo radicalmente simple: datos. No es para que podamos sumar la tradición del golpe en la cabeza a la tradición de los golpes sucios; se trata de entender qué funciona, qué no, quién puede diferenciar entre ambos y por qué. Se trata de no adivinar, sino saber.

¡De toneladas de papeleo a una administración sabia: de una administración descuidada a una efectiva!

Para entender por qué esto es tan revolucionario, demos un paso atrás y pensemos en cómo llegamos aquí.

Primero tuvimos el gobierno en papel. La forma burocrática clásica: de arriba hacia abajo, inflexible y con una obsesión de insistir en seguir el procedimiento al pie de la letra, sin importar si tenía sentido o no. Era predecible, claro, pero increíblemente lento y ajeno a las necesidades cambiantes de la gente.

Así que nos propusimos hacer que el gobierno “funcionara como un negocio”. Comenzamos a discutir sobre eficiencia, resultados, competencia. Sirvió en algunos lugares, pero en la mayoría se desvió y perdió de vista el objetivo: olvidó que el objetivo del Estado no es obtener ganancias sino promover el bienestar público.

Ahora estamos entrando en una tercera era: el gobierno inteligente. Y no, “inteligente” no significa solo tener un sitio web. Se trata de utilizar instrumentos, escalas de medición como el big data, la inteligencia artificial y la automatización para tomar decisiones con el mapa en mano, en lugar de ir a tientas en la oscuridad.

Los nuevos instrumentos: no es brujería, es evidencia.

¿Cómo se traduce esto en práctica?

Big Data: Sientes que tienes el pulso de la ciudad en tiempo real. En lugar de esperar un censo cada 10 años, los datos anonimizados del transporte, sensores ambientales o servicios públicos pueden ayudarte a entender cómo se mueve la gente, dónde hay más contaminación o qué barrios necesitan más inversión.

Inteligencia Artificial: Considera que es tu copiloto muy inteligente. Puede procesar millones de puntos de datos y descubrir patrones que de lo contrario permanecerían invisibles, predecir desde una epidemia hasta la ubicación donde es más probable que ocurra el abandono escolar.

Pruebas de Control Aleatorias (RCTs): Es simplemente sentido común, científicamente hablando. ¿Por qué no probarlo en una comunidad pequeña antes de gastar millones en un nuevo programa social a nivel nacional? Pon a prueba los resultados con ahínco y si funciona, amplíalo. Si no, arréglalo o deséchalo. Es una especie de inmersión en la piscina.

Usa todas estas herramientas juntas, y puedes dejar de pensar con tu instinto (que resulta terrible con estadísticas y números) y comenzar a construir políticas sobre una base de granito, no de arena.

¿Qué obtenemos de todo esto?

Los beneficios no son teóricos. Son muy reales.

No decisiones más caras, sino más inteligentes: No asignas recursos equitativamente; los asignas donde los datos dicen que harás más bien. Es como regar todo el campo en lugar de añadir agua a la base de cada planta.

Menos burocracia, más flexibilidad: Automatizando procedimientos, asegurando contratos en una blockchain y cruzando bases de datos para que no tengas que presentar 4,999 copias del mismo documento en cinco ventanillas. Tu tiempo es valioso y la tecnología puede honrarlo.

Transparencia real: Imagina un sistema donde puedas, en tiempo real, descubrir dónde va cada centavo de tu dinero de impuestos. Es algo que la supervisión ciudadana puede proporcionar, ahora que la tecnología lo ha hecho posible, obligando a los líderes a ser mucho más responsables.

El problema es que es un cambio de mentalidad, no un cambio de software.

Todo esto suena genial, pero seamos realistas: el principal obstáculo no es la tecnología. Es la cultura.

“El poder de la estructura burocrática” es el sistema inmunológico más fuerte de cualquier organización, y el gobierno no es una excepción. Para que esto suceda, no basta con comprar ordenadores. Requiere una mentalidad completamente nueva.

Necesitamos “traductores” – las personas que hablen tanto el idioma de la administración pública como el de la tecnología y puedan unir los dos mundos. Necesitamos capacitación: los líderes públicos deben adquirir competencia digital para dejar de ver la tecnología como un enemigo, pero como un amigo.

Y sobre todo, necesitamos una cultura que no penalice los errores. Cuando experimentas, algunas cosas fracasarán. Si cada fallo es una crisis política, bueno, ninguna persona sensata se atreverá a intentar algo.

El inconveniente: ética y riesgos

Naturalmente, esto no es una utopía digital. Con tantos datos, se adjunta una gran responsabilidad.

¿Quién posee nuestros datos? ¿Cómo nos aseguramos de que los algoritmos no se comporten de manera injusta hacia grupos específicos de personas? ¿Y cómo mantenemos nuestra privacidad? Estas no son cuestiones secundarias; son el tema central. La brecha digital es otro peligro: si todo se digitaliza, ¿qué harán las personas que no tienen, o no saben cómo usar, tecnología?

Una política pública basada en evidencia sin una base ética rigurosa podría ser extremadamente peligrosa. Los únicos antídotos son la transparencia y la supervisión ciudadana.

El cierre: gobernar en el siglo XXI

Y que no hay alternativa a un gobierno basado en la evidencia y dirigido por la tecnología. Esta es la única manera de abordar la naturaleza multidimensional de los desafíos de nuestro tiempo con agilidad y eficacia.

El objetivo no es tener un “gobierno tecnológico”. El objetivo es un gobierno más equitativo, eficiente y en el terreno que aprovecha las mejores herramientas disponibles para crear una mejor calidad de vida para todos. Es solo cuestión de empezar a gobernar como si estuviéramos en el siglo XXI.